lunes, 11 de mayo de 2009

Autocrítica de la buena(palabra de Iñako): La ¿mejor? afición del mundo

La Reserva por: inako el 27 Abr 2009 - URL Permanente

LA MOVIDA
No me gustan los futbolistas como especie. Mayoritariamente mimados y caprichosos, incapaces de asumir que en sus elevadísimos sueldos van incluidas las críticas y cierto ejemplo social, el jugador hacia el que he sentido mayor empatía ha sido el ficticio Ariel que creó David Trueba en Saber perder. No nos confundamos, por cada Maniche, Reyes, Marcelo o Etoo hay un Forlán, Torres, Casillas o Xavi, pero los primeros acaban por devorar todo lo positivo que aportan los segundos. Por eso nunca creí que diría esto: ayer me apiadé de los futbolistas del Atleti.
Sí, lo de Santander fue vergonzoso y toda crítica merecida. Toda crítica. No todo insulto, todo escarnio, toda crueldad. Y el Calderón cruzó esa línea en varios momentos, con la abusiva humillación de Pernía como punto álgido de lo que, para mí, no debe ser una afición. Esto me lleva a una reflexión que hace tiempo ronda mi cabeza y nunca desarrollo, porque he sido parte de ella y me he sentido orgulloso del apelativo en muchas ocasiones, eso de que la afición del Atleti es la mejor del mundo es mentira. Seguramente sea la más fiel, la única que responde a un descenso multiplicándose, la que siempre acaba volviendo por mal que la traten. ¿Pero es eso ser la mejor afición? No.
La mejor afición sabe medir los tiempos y buscar a los verdaderos culpables, no insultar sin ton ni son y cebarse con el débil. En los últimos 20 años de deriva, el Calderón, liderado siempre por la misma morralla, ha gritado “Kiko, muérete”, ha murmurado cuando Torres fallaba un mano a mano, ha tirado huevos a su portero, ha sonreído mansamente mientras se coreaba un asesinato, ha abroncado a cada entrenador que se ha sentado en el banquillo, ha humillado a cada mal futbolista cuyo único delito era que una pésima gestión deportiva le hubiera colocado en el lugar donde nunca debió estar con una camiseta que jamás debió vestir. Sin embargo, salvo los irreductibles galos y alguna explosión desesperada y fugaz, la masa es mansa con quienes han llevado al Atleti a esta situación de desesperanza, mediocridad y caos. Mejor increpar a Pernía, que es gratis, que tomar La Bastilla, que es cansado. No me gustan los futbolistas, pero me gustan menos los poderosos dirigentes. La mejor afición del mundo debería saber elegir sus objetivos.
Por eso, cuando analizo la tormenta de ayer la divido en dos. Me parecen necesarias las protestas y cánticos contra los dueños, ya que el estadio es el único lugar donde la afición tiene voz y peso. Y también entiendo las pancartas y la bronca inicial al equipo. Todo eso es justo y necesario. Pero cuando empieza a rodar el balón, la cosa cambia. Durante esas casi dos horas, la mejor afición del mundo apoya incondicionalmente a su equipo, le anima y le empuja, jamás le humilla, recuerda que por encima de esos futbolistas está el Atleti y que, durante un rato, todos están en el mismo barco. Y cuando el árbitro pita el final, si los de corto no han dado la talla, no han estado a la altura de esa camiseta ni de esa mejor afición del mundo, entonces sí, que se abra el cielo sobre ellos. Y se les hace sentir tal vergüenza por haber fallado a su afición, sí, a esa que es la mejor del mundo, que no podrán prometer no perder más partidos, pero sí darlo todo siempre por ella. Eso es lo que logra la mejor afición del mundo. La del Atleti, la más fiel, pero no la mejor, logró el domingo que sus futbolistas, buenos y malos, comprometidos y no, se sintieran insultados, frustrados, nerviosos, maltratados y abandonados por su afición. La más fiel, no la mejor.

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